sábado, 20 de agosto de 2011

Fellé Vega: Nuestra identidad alegre y desenfadada vestida de jazz.



La música tiene el asombroso poder de iluminar con rayos penetrantes la mirada de aquellos  a quienes ha poseído y nuestro Fellé es el acierto de lo que digo, de hecho, este"espíritu poseído"  ha sido reconocido y ovacionado por grandes intérpretes musicales en innumerables géneros y escenarios, colocando  así,  la República Dominicana, en ese universo inmortal en donde  habitan amovibles  los países, padres de prodigios de todo el mundo

"Percusionista es el nombre dado al artista músico que toca un instrumento de percusión", he leído, y cito "Los instrumentos de percusión son los Instrumentos musicales de los que se obtiene el sonido golpeándolos con las manos, bastones o mazos."
Ah!  Las definiciones enciclopédicas. Ah! Las mezquindades de la gramática.
Así que instrumentos golpeados; así que sonidos y manos.
Veamos pues:
Si he de partir de esta definición, con todo respeto debo agregarle habiendo sido tocada por los sonidos de Fellé Vega, que si toda la magia en los percusionistas procede de las manos, entonces Fellé tiene muy buenas manos, manos Sui-Generis, manos que convierten sonidos en colores, en fábulas que se elevan descubriendo, despertando acaso sentidos, sensaciones dormidas en algún rincón del corazón.

Le pedí, como fanática decente, claro, hablarme de él, de su vida y su carrera y diríamos que, a su especial manera así lo hizo y yo escuché.
Mientras me hablaba tenía la barbilla ligeramente levantada, los ojos fijos, (le haría gracia supongo) en mi mirada de fascinación, y algo en aquella serenidad con que se expresaba me recordaba un instrumento musical.

Creo haberle dicho que tenia "alma de percusión" no lo sé, pero sí sé que en  aquel instante vi de pronto toda la esencia de él. Qué afortunada he sido al saber que es cierto que suceden esos momentos milagrosos  en los que de repente, un único gesto o movimiento permite entrever toda la historia del alma de una persona.

Habló acerca de su niñez, de lo que hubiera sido de no ser músico; doctor me dijo y aquella, su historia, me pareció otra tentación altruista y por consiguiente, vocacional. Hablaba para mí  con esa clase de límpida franqueza que suele sobrecogernos en absoluto encanto.
Sus palabras fueron multicolores: hubo en ellas nostalgia, evocación, anhelos y serena sonrisa; sus palabras fueron brillantemente dispersas, iban de recuerdos de infancia hasta realidades de adultez, como si fuera posible que ambas se desplazaran hacia un futuro que permanece abierto y en el cual,  como en los destinos que han sido escritos totalmente, sólo caben décadas de magia que esperan ansiosas ser abordadas por siempre, irrepetibles y más extraordinarias aún; como el esbozo mismo de su talento.

Siempre me ha asombrado la permisividad que habita en la personalidad de los artistas, ese gesto de tolerancia casi utópica ante las adversidades de lo existencial.
Ahora sé,  luego de conocer a nuestro Fellé, que  todo ese asombro existe por una maravilla y una certeza: La maravilla de rozarnos con seres más allá de la ordinariez cotidiana, y la certeza, (etérea, tal vez), de la grandeza humana.

Te invito a la experiencia de tenerle cerca de ti; escúchalo, siente el ritmo como color pintando alegrías en tus sentidos, en tu sangre  y en todo tu cuerpo. Abre tu vida y tus oídos, abre los ojos de tu corazón. Parpadea, ríey danza.

Estoy convencida de que el corazón es más pleno cuando lo repletas de la luz del jazz.


Yesenia Sánchez Prandy